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UNTRM: ¿Academia o cómplice? cuando la universidad traiciona su misión histórica
21-10-2025
Por: Jindley Vargas Zumaeta / Presidente del FREDDICH.
La Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas (UNTRM) fue concebida como alma mater regional, símbolo de esperanza educativa para miles de jóvenes, y garante del pensamiento crítico, la ética pública y el desarrollo científico. Desde su fundación, se le ha confiado una misión que trasciende la formación profesional: custodiar la verdad, interpelar al poder, y cultivar conciencia ciudadana.
Desde la antigüedad, las universidades han sido faros de civilización. Sócrates fue condenado por enseñar a pensar. Galileo fue silenciado por decir la verdad. Las casas de estudio no nacieron para agradar al poder, sino para cuestionarlo. ¿Dónde quedó ese papel en nuestra Alma Mater regional?
Hoy, la UNTRM ha suscrito un convenio con el Gobierno Regional de Amazonas para “fortalecer el desarrollo del Museo Regional de Amazonas”. En apariencia, se trata de una alianza virtuosa: cultura, turismo, investigación, posicionamiento. Pero bajo esa narrativa institucional se esconde una herida profunda que no puede maquillarse con marketing ni “fam trips”.
El proyecto que da origen a este convenio, “Construcción y Equipamiento del Centro Cultural de Chachapoyas”, está viciado desde su expediente técnico. Dos profesionales han denunciado públicamente que sus identidades fueron suplantadas por la empresa consultora responsable, y aún quedan once casos sin verificar. La universidad, lejos de exigir transparencia, ha decidido validar el proceso, sumándose a una gestión que pisotea la memoria histórica de las Pampas de Higos Urco, santuario patriótico donde nuestros antepasados se inmolaron por la independencia de la patria.
La contradicción semántica entre “Centro Cultural de Chachapoyas”, como lo publicita el Gobierno Regional, y “Museo Regional de Amazonas”, como lo presenta la UNTRM, no es menor. Esta dualidad revela una estrategia discursiva que busca maquillar un expediente viciado con una narrativa cultural atractiva. La denominación “Centro Cultural” permite mayor flexibilidad técnica y administrativa, mientras que “Museo Regional” evoca solemnidad, identidad y legitimidad académica. Pero si el expediente técnico que sustenta ambos nombres está contaminado por suplantación de identidades, falsedad documental y omisión funcional, entonces no hay nombre que lo salve. Cambiar el rótulo no purifica el contenido.
Esta ambigüedad es parte del problema: se juega con los símbolos sin respetar su fondo. Se invoca la cultura para justificar la improvisación. Se firma convenios para posicionar una marca, cuando lo que debería posicionarse es la verdad. Y en ese contexto, la UNTRM, que debería ser garante de rigor académico y ética pública, termina validando un proceso que deshonra la memoria histórica de Higos Urco y la integridad institucional que toda universidad debe defender.
Pero la contradicción no termina ahí. La UNTRM no solo ha convalidado este modelo. También ha tolerado en su propia casa prácticas que deshonran su misión. El caso del tanque elevado, un elefante blanco cuyo proyectista denunció nunca haber elaborado el expediente, sigue sin deslinde de responsabilidades. El caso del funcionario Edinson Cueva Vega, nombrado con información falsa en su currículum, fue perdonado por el rector, pese a que la comisión de procesos administrativos dispuso su destitución. Y estos no son hechos aislados: entre otros actos de corrupción que se comentan a voces dentro y fuera del campus, se evidencia una preocupante cultura de impunidad que erosiona la credibilidad institucional. ¿Qué mensaje se transmite a los estudiantes? ¿Que el tráfico de identidades y falsificación de documentos es el camino corto al éxito? ¿Que la mentira es tolerable si se disfraza de gestión?
No se trata de negar los logros académicos, científicos o culturales de la UNTRM que nos enorgullecen. Se trata de decir, con firmeza, que esos logros se ven opacados cuando la institución se somete a la lógica del poder, cuando calla ante la corrupción, cuando convierte el desarrollo en pretexto para la impunidad. Porque el desarrollo sin ética es solo maquillaje. Y la cultura sin verdad es solo propaganda.
Desde FREDDICH, hemos levantado la voz con el artículo Higos Urco: la tercera batalla, que ha movido fibras sensibles de patriotismo. Hoy, interpelamos a la universidad: ¿Va a seguir siendo cómplice del deshonor? ¿O va a recuperar su papel como guardiana de la verdad, formadora de conciencia crítica y defensora de la memoria histórica?
La historia no se construye con convenios. Se construye con coraje. Y la universidad, si quiere honrar su nombre, debe volver a ser lo que fue: un espacio donde la verdad no se negocia, y donde la patria no se vende.
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